Datos de interés:La presencia humana en la cuenca del Tajuña se remonta al neolítico, de esta época son las múltiples cuevas de la zona, la más conocida es la cueva de “La Mora”.
En el denominado cerro del Salitral, se han descubierto restos de una ciudad íbera con su correspondiente necrópolis.
Durante la dominación romana, Chinchón se convirtió en un pueblo agrícola, aceptando su civilización, leyes y costumbres.
Posteriormente llegó la dominación árabe, perteneció en este momento Chinchón, al reino de Toledo, al cual estuvo sujeto durante 3 siglos y medio, aunque durante esta dominación la comarca fue conquistada en el año 1060 por Fernando I “El Magno” y reconquistada nuevamente por Alfonso VI, en el año 1082, quedando así el pueblo de Chinchón fuera del dominio musulmán para pasar a vincularse al consejo de Segovia, que se extendía mucho más allá de los puertos y cumbres del Guadarrama, hacia el sur.
Madrid mismo fue primero aldea y luego villa de esa comunidad.
De ella recibía la ley (el Fuero segoviano) y a ella pagaba los impuestos.
El castillo de Casasola no ha participado en ningún hecho bélico importante, por ser un castillo tardío, castillo-residencia, aunque bien fortificada donde poder alojar parte de un ejército, como lo fuera el de Fuentidueña de Tajo.
Aunque por su aspecto y por su situación, sí que ejerció la misión de vigilancia, de la entrada del valle del Tajuña, tan transitado (teniendo su dueño, el poder de controlar pasos de ejércitos y mercancías).
Hay un documento del año 1302 que menciona a Casasola como término independiente de los anejos de Bayona y Chinchón, hoy villas enteras circundantes, formando todas ellas en el sesmo de Valdemoro, de dicha comunidad.
En las “Ordenanzas de la población de Segovia” se menciona Casasola, que aparece en la historia como propiedad de un caballero segoviano, Juan de Contreras “El Viejo”, que se hizo con el lugar, no se sabe muy bien cómo, siendo a este hijodalgo segoviano la construcción del castillo en la primera mitad del siglo XV, con el intento de crear un dominio señorial (dándose cuenta del gran valor estratégico).
Es en esta época cuando “El Viejo”, no conformándose solo con el cobro pacifico de su nueva posesión, tuvo varios pleitos con el concejo de Chinchón, sobre derechos de aprovechamiento de leña y pastos.
De entonces han quedado documentos en que los vecinos del término se quejaban ante el concejo segoviano, porque “les prende a los vecinos los ganados, y les impone a estos penas desaguisadamente sin atenerse a la ordenanza de la ciudad de Segovia”.
La construcción de la fortaleza fue muy rápida, y los de Chinchón se quejaron al príncipe de Asturias (el futuro rey Enrique IV, señor de Segovia a la sazón) en la que relataban la situación sobrevenida por la llegada de Juan de Contreras, quien «puso fortaleza», que «hoy es enhiesta».
En la misiva hacían referencia a protestas anteriores.
El príncipe contestaba en diciembre de 1449, recomendando al concejo atajar por todos los medios los desmanes de Contreras.
La hija de Juan de Contreras vendió los terrenos y el castillo de Casasola a Diego Arias Dávila, conde de Puñoenrostro, integrándose el edificio, a partir de la segunda mitad del siglo XV, en la órbita señorial.
A partir de entonces se transmitió a sus descendientes con todas las propiedades que esta familia tenía en las tierras del Sur de Madrid.
La posesión de Casasola por los Contreras se mantuvo durante 2 generaciones, Blasco de Contreras, hijo de Juan y de María de Guzmán, reunió bajo su persona hasta 4 señoríos (Puebla de Orcaxada, Alcobendas, Bayona (Titulcia) y Casasola) y actuó como capitán de las tropas que tomaron el castillo de Perales de Tajuña por orden de Enrique IV.
Metido en prisión este don Blasco por haberse puesto del lado de Isabel la Católica en las guerras civiles castellanas, obligó a su hija a vender la fortaleza y señorío al conde de Puñoenrostro, Diego Arias Dávila, en 1523 (En 1648 pasó a los condes de Puñoenrostro, se creándose el marquesado de Casasola en favor de los Arias Dávila).
En la guerra de la independencia el pueblo sufre una fuerte represión.
Las tropas francesas asolaron la villa y ajusticiaron a un buen número de sus habitantes.
Testigo de este asedio fue Francisco de Goya, vecino de la localidad por aquella época.
En sus desastres de la Guerra, en el grabado número 37, en su reverso Goya escribió “El de Chinchón”, lo que prueba que conoció al personaje y presencio la patética escena.
Federico Carlos Sainz de Robles, nos proporciona el dato en su libro “Crónica y Guía de la provincia de Madrid” que este castillo sirvió (probablemente en el año 1869) como alojamiento de políticos y como lugar de reuniones secretas de los militares partidarios de la restauración borbónica en la persona de Alfonso XII.
Ello supone que en esa época aún estaría el castillo en condiciones de habitabilidad.
Este castillo ocupa un espolón yesoso, por sus lados norte y sur lo circundan 2 torrenteras de precipitado caudal, que aumenta considerablemente sus defensas y cuyo único lado accesible es un puente, que une un profundo y amplio foso, cortado a pico delante de su frente principal, única entrada que protege la torre del homenaje.
Toda la obra del castillo es de mampostería, con una estructura simple y una planta irregular, debido a que se adapta por completo al perfil del terreno sobre el que se asienta (aproximadamente triangular).
El castillo conserva 2 torres cilíndricas en los vértices de su fachada principal, un pozo excavado en la roca, la estructura de la torre del homenaje y un profundo foso.
Al castillo, se entra mediante un puente de piedra apoyado en 2 arcos de piedra que salva el amplio foso.
La puerta está protegida por 2 torres (1 torre a la derecha, muy próxima al referido puente y 1 torre a la Izquierda, más alejada).
La torre del homenaje es de planta cuadrada con sus esquinas redondeadas, es de considerable altura, apreciándose 2 pisos (a la altura del 1º se ven 2 arranques de una bóveda de piedra).
En esta parte oriental de Casasola aparece aún en buen estado un largo lienzo de muralla sobre la que se alza otra torre, pentagonal, de imponente presencia.
Desde el patio de armas se accede a un misterioso pasadizo excavado en la roca, con escaleras en forma de caracol cuadrado, que alcanza más de 7 metros de profundidad y cuya salida imposible de precisar, por estar cegada en parte, supone una salida al valle, posiblemente a través de las muchas hendiduras de tajo o precipicio, en cuyas paredes de la derecha, existen varios socavones a modo de hornacinas o alacenas, que debieron de servir para guardar determinados utensilios.
Estado: Ruinas
Visitable: Si
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